lunes, 25 de octubre de 2010

Tema 2: La quebrada imagen de sí mismo

Síntesis del libro “¿Salvados de qué?” páginas 29-39

Por Celso Logroño, estudiante del Colegio Cristiano Logos.

Introducción

No entendemos quien es Dios y no entendemos quienes somos nosotros. Muchos ejemplos en la Biblia describen como los que se encontraban en la presencia de Dios perdían sus composturas y sufrían una severa crisis de identidad, se daban cuenta de que el ser humano no era nada comparado con Dios porque tenemos una visión de Dios muy baja y una visión del ser humano demasiada alta. Por eso vivimos en una cultura Narcisa. Al igual como en la mitología griega Narciso se enamoro de su reflejo nosotros nos enamoramos de nuestra propia imagen, la diferencia es que Narciso es un mito, nosotros somos reales. Vivimos en una sociedad donde enseñamos a tener una buena imagen de si mismas en tanto que se desempeñan mal.

La autoestima y la santidad de Dios

La ira de Dios no nos preocupa, no tenemos en cuenta la gravedad de nuestro pecado, gracias al Narciso que tenemos dentro en nuestro corazón. Usamos nuestro autoestima como un escudo aun sabiendo que en todas las escrituras Dios va destruyendo los egos humanos. Un buen ejemplo es el del rey Belsasar, en el banquete que estaba dando alardeando sus victorias sobre Israel fue interrumpido por una mano humana que escribía en la pared. Daniel describe la reacción del rey: “Entonces el rey palideció, y sus pensamientos se turbaron, y se debilitaron sus lomos, u sus rodillas daban la una con la otra. El rey grito con alta voz” (Dan 5:6-7)

La gravedad del pecado

Enseñamos a nuestros hijos a no tener una pobre imagen de ellos mismos, incluso hasta reprimimos la palabra “pecado” y todo lo que tenga que ver con ella. Pero, ¿Qué mejor imagen uno puede tener de si mismo que no sea la que es exacta y verdadera? Dios en su palabra nos dejo muy claro que somos criaturas hechas a su imagen y semejanza, pero esa imagen ha sido empañada. Ha sido profanada por el pecado.

Nuestro corazón nunca sentirá temor de Dios si no tenemos en cuenta la gravedad del pecado que hemos cometido, con el que nacimos, y con el que moriremos. Nos satisfacemos con nuestro desempeño tal como es, creyendo que es lo suficientemente bueno para un Dios santo y perfecto. Creemos que nuestro destino es el cielo solo porque guardamos y entendemos los mandamientos del Señor, es uno de los mayores errores, “si vivimos bajo la ley, moriremos bajo la ley” –R.C. Sproul

El patrón perfecto de Dios

¿Qué le diría a Dios si Él le preguntara: “¿Por qué debo dejarte entrar al cielo?”?

Esto pone en relieve el problema de nuestra caída. Podemos pensar que no somos lo suficientemente buenos. Pensamos que nuestro pecado es algo superficial, pero hace falta la compresión del grado e intensidad de nuestro distanciamiento de Dios. Todos admitimos que nadie es perfecto. Yo podría preguntarle si es pecador y con mucha probabilidad me dirá que si lo es o me respondería “Nadie es perfecto”. Es posible que lo diga sin tener en cuenta que ser pecador es algo serio.

Sin temor de Dios

Es posible que la razón por la cual no llegamos a alcanzar el patrón de perfección que Dios nos exige es porque no comprendemos ese patrón. Si no entendemos la santidad de Dios, ¿como entenderemos lo que es el pecado? Vivimos de una manera en que hacemos lo bueno delante de los ojos de los demás y olvidamos que es el ojo de Dios que determina lo que es bueno y malo. En nuestro estado natural de pecado, somos realmente enemigos de Dios. Nacemos con una naturaleza caída, esto es el “pecado original”, que no es lo que cometieron Adán y Eva si no el resultado de ello. Somos pecadores no porque pecamos, si no por que nosotros somos el pecado, nacemos con el, “Yo nací en iniquidad y en pecado me concibió mi madre.” Salmos 51:5.

Por este estado natural de pecado, es imposible que podamos hacer lo que Dios manda sin equivocarnos, solo podemos si Dios nos ayuda extendiendo su gracia hacia nosotros y posibilitándonos hacer lo que Él nos manda a hacer. El señor nos manda a la perfección no porque podemos hacerla, si no porque sabe que lo necesitamos para lograrla.

Listos para ser quebrados

Somos pecadores que no podemos vencer el pecado por si solos. Por ello es necesario un Salvador, que salve de la ira venidera. Nuestros mejores esfuerzos no son nada, mientras aya personas que consideremos mas pecadoras que nosotros volvemos a nuestro Narciso y nos felicitamos por nuestras virtudes. Una total insensatez. Que mejor ejemplo que el apóstol Pablo en su segunda carta a los corintos: “Por que no nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban así mismos; pero ellos, midiéndose a si mismos por si mismos, y comparándose consigo mismos, no son juiciosos. Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por medida, para llegar también hasta vosotros” (2 Co. 10:12-13)

Estamos listos para ser quebrados. Sufriremos una caída tan radical que nadie ni nada debajo del sol serán capaces de reparar el daño. Nuestras almas dañadas necesitan algo mas para salvarnos de la ira de Dios. Necesitamos un remedio mayor. Necesitamos una expiación. Necesitamos un salvador. Necesitamos una cruz.